En febrero de 1959 su Santidad Juan XXIII expresa que el mejor gesto de reconciliación entre ortodoxos y católicos sería una común devoción a la Madre de Dios. Por tal motivo y por primera vez en la historia, un grupo de ortodoxos se dirige en peregrinación a Lourdes, ciudad tan venerada por los católicos.
En septiembre de 1959, en un Congreso de Apostolado laico reunido en Boston, y para responder a ese rasgo de amistad, se decide extender en occidente la devoción a la Virgen de Vladimir.
Se elige el ícono ruso de Nuestra Señora de Vladimir, como símbolo de unión y protección de los cristianos.
Nace así la advocación de María Nuestra Señora de la Unidad que se celebra el día 26 de agosto.
En nuestra escuela, en el año 2005, el Padre Omar Di Mario, le pide a una artista que dé forma a una imagen de la Virgen, que nos recuerde siempre el llamado de Jesús a la Unidad.
La nueva imagen de Nuestra Señora de la Unidad es María con la Palabra de Dios en sus manos, abriendo el Evangelio de Juan 17, con la súplica de Jesús al Padre: “Que todos sean uno”
Sobre el Evangelio observamos una paloma, signo del Espíritu Santo, que descendió en Pentecostés sobre los apóstoles y hoy nos asiste y acompaña.
Las manos de María sostienen las manos de la humanidad. Manos estrechadas que representan la unidad y el encuentro de los Hijos de Dios.
Manos que nos invitan a llegar a Cristo a través de María.